Es en la edad escolar cuando se puede detectar y tratar de forma precoz un defecto refractivo.
Las cifras no engañan, según los datos del Consejo General de Colegios de Ópticos-Optometristas un tercio de los casos de fracaso escolar está directamente relacionado con problemas visuales sin corregir. No nos debe extrañar esta relación, ya que un 80% de la información que los niños reciben durante las actividades escolares es a través de los ojos, siendo de un 100 por 100 cuando nos referimos a las tareas de lectura.
Gozar de una buena visión es importante a cualquier edad, pero lo cierto es que durante la infancia es un sentido crucial para el correcto desarrollo físico y formativo del niño. Lo "bueno" de detectar un defecto refractivo a estas edades es que se puede tratar de forma precoz, sin embargo no siempre resuslta fácil porque el pequeño no se suele quejar, por eso hay que fijarse en si realiza algún movimineto raro con la cabeza al leer o si no presta demasiada atención en clase y, sobre todo, llevarle todos los años a una revisión visual para que un Óptico-Optometrista la evalúe e indique si necesita seguir algún tratamiento. Y es que, si el defecto visual no se detecta ni se trata a tiempo, el cerebro se acostumbra a esa deficiencia, lo que favorece que pase aún más desapercibido y se agrave.
Señales de sospecha.
Un niño, especialmente en edades tempranas, no suele quejarse de que no ve bien, porque piensa que lo que aprecia es lo correcto. No tiene la capacidad para llegar a la conclusión de que si no es capaz de ver bien la pizarra o se le juntan las letras al leer es porque tiene un problema visual. Por ello, en vez de preguntarle es mejor observar sus reacciones, movimientos y respuestas ante un estímulo visual. En este caso los padres y profesores deben permanecer atentos y hablar entre ellos si observan algo "raro" que delate un defecto refractivo en el niño, como puede ser:
-Rechaza leer, no le gusta ni le interesa.
-Tiene dificultades para leer correctamente, aunque ya está en edad de hacerlo.
-Se salta líneas del texto y cambia las sílabas de las palabras.
-No es capaz de explicar lo que acaba de leer porque no lo entiende ni lo retiene en la memoria.
-Hace movimientos raros con la cabeza cuando lee, la gira o mueve el libro.
-Se acerca demasiado al cuaderno al escribir y al libro al leer.
-Le lloran los ojos cuando está haciendo los deberes y/o se les ponen rojos.
-Parpadea de forma continua o frunce el ceño en clase al fijarse en la pizarra.
-Le duele la cabeza cuando sale de clase o al hacer los deberes.
Si el pequeño de la casa presenta alguno de estos síntomas o parecidos, acude al Óptico-Optometrista para que te explique qué le ocurre y pueda ponerle en tratamiento.
Hora de ir a una revisión.
Se estima que un 25% de los niños en edad escolar padece problemas visuales, como miopía, ojo vago y astigmatismo. Un detalle, se está observando un aumento de niños miopes debido al uso excesivo del ordenador, tablets y smartphones, es decir, por hacer un sobresfuerzo para leer de cerca y en pantallas que, en muchas ocasiones, no presentan las características adecuadas para la lectura prolongada.
Ahora que ha dado comienzo el nuevo curso es un buen momento para llevar al niño a una óptica y que le realicen una revisión, en la que no sólo se comprueba que puede ver bien a una cierta distancia, sino que también se evalúa la coordinación ocular, las habilidades de enfoque y el estado de salud de sus ojos; mientras que esta revisión también puede ser la clave para detectar alguna enfermedad como una retinopatía diabética.
Además, si empezamos desde edades tempranas a llevar al niño al Óptico-Optometrista aceptará las revisiones anuales como algo normal y lo adoptará como un hábito a lo largo de su vida, algo muy importante para su salud visual.
Se recomienda que el primer examen ocular se realice a los seis meses de edad, y a menos que se detecte algún problema, hacer el siguiente a los tres años, para pasar a las revisiones anuales.
Sus problemas más comunes.
Entre las anomalías visuales que se suelen detectar en los niños se encuentran:
-Miopía: el pequeño no ve bien los objetos que están alejados. Se puede detectar porque frunce el ceño para intentar ver.
-Hipermetropía: en este caso no ve bien de cerca. Puede detectarse porque se acerca mucho el libro, tuerce la cabeza, y les puede doler la cabeza y tener lagrimeo porque fuerzan mucho la vista.
-Estrabismo: el niño desvia los ojos y miran en direcciones diferentes. Se puede detectar a simple vista. El tratamiento debe aplicarse entre los seis y los ocho años.
-Astigmatismo: es un problema de nacimiento (anomalía congénita), y provoca una visión deformada de los objetos. Suele venir acompañados de miopía o hipermetropía. Cuando lo tiene, el niño se queja de dolores de cabeza, no tolera bien la luz, se le ponen los ojos rojos y se los rasca porque tiene sensación de arenilla.
-Ambliopía u ojo vago: este problema se caracteriza por la poca visión en uno o ambos ojos. Es importante detectarlo lo antes posible para poder corregir el problema, ya que en edad adulta no es posible. La edad perfecta para seguir el tratamiento es entre los cinco y siete años.
Si necesita gafas...
Algunos niños se toman esta noticia como un drama. Hay que cambiarles esta idea porque si no se negarán a ponerse las gafas, lo que agravará el problema. Por ello, ve con él al establecimiento de óptica, hazle partícipe en la elección del modelo de gafas, transmítele mensajes positivos, como que le sientan muy bien, que es algo divertido diciéndole, por ejemplo, que piense en su color preferido para elegir sus gafas. Una vez que la tengáis, debes explicarle que se las tiene que poner, motívale diciéndole que sus gafas son sus nuevas "compañeras" y que tiene mucha suerte de poder usarlas porque se sentirá mejor.
El tipo de lente tendrá que indicarla el Óptico-Optometrista, aunque se suelen decantar por la de policarbonato porque es más fina y segura, lo que reduce el riesgo de lesión ocular en el caso de que se rompa.
Las lentes de contacto también son una opción...
Si el especialista da su visto bueno, las lentes de contacto son una buena alternativa para los niños, especialmente cuando comienzan a ser más mayores y se preocupan por su aspecto físico. La edad ideal para empezar a usarlas es cuando ya tiene la habilidad suficiente para manipularlas por sí sólo, y es responsable para poder seguir las pautas de higiene y mantenimiento apropiadas.
Saludvisual Nº33
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